viernes, 18 de abril de 2008

Desayuno


Todo está negro. Soy incapaz de ver nada, pero puedo sentir cómo la gente corre a mi alrededor. Parecen asustados y aunque al principio parece no hacer mella en mí, su miedo empieza a contagiarme.

Llantos, gritos y sirenas suenan de fondo. Intento correr confundiéndome entre la multitud, pero parece como si mis pies estuviesen atornillados al suelo. El ruido se acerca como una amenaza y yo no puedo moverme.

De pronto, de entre las sombras aparece un rayo de luz, y aparece la silueta de alguien que se acerca a mí y me besa.

Abro los ojos y te veo observándome,a escasos centímetros de mí, con una sonrisa pintada en tu cara, tras rescatarme de las sombras. Ahora soy yo la que te besa mientras los rayos de sol se cuelan por la ventana.

El olor a café, tostadas y mermelada de fresa nos da los buenos días.

Mientras desayunamos entre miradas y sonrisas cómplices, rezo en silencio para que desde ahora todos nuestros desayunos sean así.

sábado, 5 de abril de 2008

Entretiempo



Hoy, tras una siesta de campeonato, me he despertado con el tiempo justo para arreglarme e ir a la autoescuela. Como siempre, he llegado diez minutos antes de la hora, y como siempre, el profesor ha llegado cinco minutos tarde, por lo que he tenido quince minutos para vaguear sin sentirme culpable.

En esos quince minutos en los que estuve apoyada en el muro de siempre, pude ver gente con jersey, con manga corta, con botas o sandalias, pasando por las clásicas zapatillas, siempre tan socorridas en esos días en los que ni frío ni calor. O las dos cosas.

Allí, en el muro, mientras veía pasar al entretiempo, también tuve tiempo de ver el mar bañando al puerto. El olor a mar me hizo recordar como no hace mucho, el mar parecía moverse entre el índigo y el gris, quizá con una pincelada de violeta que lo oscurecían, mientras el puerto parecía despedir luz propia. Pero hoy no, hoy también brillaba el mar.

He de reconocer que por primera vez en mucho tiempo, no me sonó mal la idea de un día de playa, y tengo que confesar que me sonó mucho mejor la idea de un baño en el mar contigo. O de dar un paseo a la orilla del mar, lo que sea, pero siempre contigo.

Por fin llegó el profesor y subí al coche, dejándome arrastrar por una marea de vehículos.