jueves, 29 de noviembre de 2007

La explicación.

Dado que las Musas siguen en huelga y que a mí el tiempo tampoco me sobra, os dejo un cortometraje de Curro Novallas. Espero sepáis disculpar mi falta de productividad. Disfrutad el corto!

domingo, 25 de noviembre de 2007

Un mal día


¿Qué pasa cuando poco a poco, un problema se enreda en otro? Que se acaban haciendo gigantes, como una bola de nieve que poco a poco se va haciendo más grande, y cuando quieres darte cuenta no tienes tiempo para apartarte y la bola gigante de nieve de atrapa.

Pues así estoy yo. No sé que coño pasa últimamente, pero todo son problemas y muy pocas satisfacciones. "Parece que te ha mirado un tuerto" me dicen por ahí. Y una mierda. Me ha mirado una convención de tuertos.

Ahora no voy a dar los detalles del por qué de mi estado, básicamente porque esto lo pueden leer en cualquier parte del mundo y somos esclavos de lo que decimos y dueños de lo que callamos. Pero los que me conocéis de verdad alguna idea tendréis, y los que no, pues ya os lo contaré en privado si eso.

Ahora mismo de lo que tengo ganas es de gritar, llorar, insultar, cagarme en la parentela de uno que yo me sé y pegarle una paliza, que por muy pacifista que yo sea, está visto que las palabras a veces no solucionan una mierda. También me dan ganas de llamar a la puerta de la Moncloa, y darle algunos consejillos a Zapatero. No, consejillos no, órdenes. Que ya está bien de tanto cachondeo.

En fin, creé este blog con la función de desahogarme, y creo que lo he conseguido. Cuando leáis estas líneas posiblemente se me haya pasado el enfado y hasta me ría del asunto. Aún así gracias por leerme.

Y no os preocupéis, no ha sido más que un mal día.

Un saludo!

lunes, 19 de noviembre de 2007

Tu recuerdo

Ha vuelto a pasar. Caminaba tranquila, como de costumbre, cuando el azar quiso que al doblar una esquina nos tropezásemos.

Había pasado tanto tiempo desde la última vez nos vimos que tuvimos la impresión de habernos chocado con un extraño.

Nos saludamos cordialmente, nos dimos los dos besos de rigor y nos preguntamos por nuestras vidas, qué había sido de nosotros en ese tiempo. Me propusiste tomar un café para acompañar a nuestros recuerdos. Mi mente dijo no, mi corazón que tal vez en otro momento, y mi boca sólo se atrevió a decir que sí.

Caminamos un par de calles hasta dar con una cafetería de nuestro agrado. Nos sentamos y pedimos nuestra consumición, mientras unas cosquillas en el estómago me consumían a mí.

Mientras me hablabas de lo que habías hecho hasta ahora, de tus planes y tus cosas, yo intentaba mantener la cabeza fría, no volver a caer en un pozo sin fondo.

Llegó mi turno; tenía que contarte qué había sido de mí en estos años. Mentí, te dije que me había ido bien, que tenía muchos planes, pero en realidad no tenía ningún plan, y mi vida no estaba mal, pero no era completamente feliz.

Hubo un momento en el que nos quedamos callados sin saber muy bien qué decir. Nos miramos a los ojos, sonreímos, y me preguntaste si seguía viviendo en la dirección que él tenía apuntada. Asentí. Y no sé como, quedamos en vernos el viernes por la noche.

Cuando llegó el viernes abrí la puerta sin necesidad de que llamaras al timbre. Aunque cuando nos reencontramos me pareciste un extraño, sigo conociéndote bien, y sé que estarías en el rellano dudando entre entrar y no entrar.

Te invité a pasar, dejar la chaqueta en el perchero y las dudas en la puerta. Nos miramos y pasó lo que llevábamos esperando desde que éramos prácticamente unos críos.

La noche se hizo corta, el desasosiego al ver que ya no estabas enorme, y tu recuerdo, otra vez, infinito.

martes, 13 de noviembre de 2007

Gracias a todos!

¡Hola a todos!

Ante todo, muchas gracias a los que me felicitásteis, Clara, Marta, Melania, Yolanda, Paula, Inma, Jose, Martita, Gonza, Víctor, Mari Ángeles, David, Pili, Nere, Javi... y seguramente me deje a alguien por el camino. Pero ya sabéis que tengo memoria pez. Hasta creo que sé hablar balleno...

Muchas gracias por acordaros de mí, por vuestros llamadas, mensajes y regalos, pero sobre todo, gracias por estar ahí.

Hoy no voy a poner ningún relato ni nada que se le parezca, que tengo mucha prisa y poca inspiración.

También quería avisaros de que Otra vez vuelvo a tener problemas con Internet, es decir, ni voy a poder leer el correo, ni voy a poder actualizar tanto como quisiera esta página. Así que si no aparezco... echadle las culpas a Bill Gates :P

Por cierto, ¿Alguien sabe cómo validar la copia de Windows de manera gratuíta? Le estaré eternamente agradecida jeje.

Un saludo y un beso a todos :)

jueves, 8 de noviembre de 2007

Mi mejor amigo.

El sol entra por la ventana. Como de costumbre ya estoy despierta, y esta vez, lo primero que he sentido nada más despertar es tu respiración en mi cuello.

Me giro y te sonrío... estás más guapo cuando duermes, y pareces tan indefenso y frágil, a pesar de tu fuerza, agilidad y musculatura, que no puedo evitar sentir que necesito protegerte toda la vida.

Extiendo mi mano y te acaricio muy suavemente, como si una carcia algo menos suave pudiera quebrarte en mil trozos.

Emites un sonido, que interpreto como un "déjame dormir" y hago un esfuerzo para no reírme.

Me quedo tumbada a tu lado, y al cambiar de postura me atrapas entre tus garras, de las que no quiero zafarme. Ay, si tú supieras cuánto te quiero...

Te revuelves nervioso en la cama, como si tuvieras un mal sueño, pero en seguida se te pasa y sigues durmiendo como si nada.

Te miro y recuerdo la primera vez que nos vimos, tu reacción al verme por primera vez, los momentos que hemos pasado juntos y cómo venías a animarme cuando me veías triste. También recuerdo el susto que me diste cuando pensé que te morías... y ya llevamos juntos tanto tiempo que se me haría muy difícil estar sin ti.

Suena el despertador y me incorporo en la cama, intentado no despertarte. Sigue durmiendo, Misi.

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Este relato se lo dedico a mi gato. Aunque no pueda leer, ni escribir, ni hablar... pero él es mi mejor amigo desde hace ya 8 años. Va por él.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Atraco

La noche había sido movidita. Mucho baile, muchas risas, mucho desenfreno. Pero era hora de volver a casa.

Salí de la discoteca como pude, pisando y siendo pisada, evidentemente sin querer. Pero es lo que tienen estos sitios: poco sitio, mucha gente y una sola puerta.

Cuando salí de aquel habitáculo al que la gente llama discoteca, abrí la boca dejando que el aire fresco de la noche me llenase los pulmones.

Miré el reloj. Las cinco de la mañana. Tenía que llegar a casa cuanto antes o si no mañana no me levantaría nadie.

Eché un vistazo a la calle. No había apenas gente, sólo una pareja dándose el lote en una esquina y el portero de una discoteca fumándose un cigarrillo. Pero ni un triste taxi.

Resoplé sólo de imaginar que tenía que andar unos veinte minutos más con aquellos tacones y empecé a andar.

La ciudad, a aquellas horas parecía distinta. No había atascos, ruidos, gritos o música. Ahora podría disfrutar de la ciudad yo sola, sin pedir que por favor me dejen pasar, o yendo a paso de tortuga detrás de una abuelita. Podría hacer fotos sin que el flash de la cámara cegase a nadie, podría explorar la ciudad como si la hubiesen hecho para mí.

Casi sin darme cuenta había llegado a la calle principal de la ciudad, y me extrañó que no hubiese nadie, ni siquiera el portero de alguno de los hoteles.

Iba absorta en mis pensamientos, cuando de repente sentí una mano tapándome la boca y algo punzante en el costado derecho.

"Si emites algún sonido, o intentas escapar, te rajo" fue lo primero que dijo la persona dueña de las manos que me tenían sujeta.

De un rápido movimiento me cogió en brazos y me llevó hasta la bocacalle más cercana y con menos luz de la calle principal y una vez allí me soltó con brusquedad en el suelo.

Estaba asustada, muy asustada. En apenas unos segundos llegué a pensar que aquello no podía estar pasando y que iba a morir de la peor forma posible.

Pensé en gritar, pedir auxilio. A apenas unos metros de allí había una farmacia de guardia, seguro que alguien me escucharía. Pero recordé la amenaza que me dirigió mi agresor, así que permanecí callada.

Él se agachó a mi lado, y cuando lo tuve más de cerca, pude ver que tenía un pasamontañas. Se abrió la chaqueta, sacó un rollo de cinta adhesiva y me la puso sobre la boca. Después sacó de la parte trasera de su pantalón una navaja y la abrió muy lentamente delante de mí, como recreándose pensando en lo que me haría con ella.

Entonces pasó el filo de la navaja de forma muy suave por mi rostro y cuello, hasta casi llegar al esternón. Fue justo entonces cuando el móvil empezó a sonar al máximo volumen en mi bolso, lo cual asustó a mi agresor, que soltó el arma justo a mi lado.

No lo dudé y aprovechando la debilidad de mi agresor, cogí la navaja. Él se abalanzó sobre mí y le clavé la navaja en la pierna. Inmediatamente después corría hacia calle principal mientras me quitaba la mordaza y gritaba auxilio.

Me pareció que se encendían algunas luces de los edificios, pero no puedo jurarlo. Lo que sí que puedo jurar es que en ese instante noté cómo me agarraba por la chaqueta y caía al suelo, torciéndome el tobillo izquierdo. Esta vez también grité, pero de dolor.

Él se agachó para inmovilizarme, pues no dejaba de moverme para intentar levantarse y al mismo tiempo ponérselo mucho más dificil, fuese lo que fuese lo que quisiera hacer conmigo.

Aquí tengo una laguna mental, pero creo que en uno de mis movimientos histéricos, me quité el único zapato que me quedaba y le pegué con el tacón. Después, vi como el tacón le había hecho una herida en la sien. Ante tal escena me quedé conmocionada.

Unos segundos más tarde sonaba una sirena devoliéndome al mundo real. Miré el reloj: las 7'30. Hora de levantarse para ir a clase.

Suspiré tranquila, todo había sido sólo una pesadilla.